martes, 25 de mayo de 2010

10000 del Soplao, el "El infierno del Norte"

EL COMIENZO
Desde finales del siglo XIX, se disputa en la zona del norte de Francia una prueba por todos conocida que lleva el sobrenombre de "El infierno del norte", esa prueba se realiza siempre una semana después del Tour de Flandes y se llama la París-Roubaix.
Su homóloga en bici de montaña ya tiene ubicación y fechas. Esta vez nos desplazamos al norte de España, más enconcreto a Cabezón de la Sal (Cantabria)para conocer de primera mano esta nombrada y citada prueba, de un total de 165km. con 3000 y pico metros de desnivel y unos cuantos puertos para subir.
Como los astornautas cuando suben por el ascensor rumbo a la lanzadera, entra uno en Cabezón de la Sal a recoger su dorsal en la carpa puesta por la organización, es decir, con un gusaneo en el estómago. El ambiente que se respira es bueno, alegre y hasta de fiesta podríamos pensar, pero los que mañana saldrán dándole a los pedales (y a los pies los que hacen la prueba de correr) saben que lo de mañana es una batalla. Ya sea contra uno mismo, contra el crono, el compañero o el fulano que te ha adelantado y que por eso te picas con él, mañana toca sufrir como perros.
Los ciclistas, de naturaleza tan mentirosa como los pescadores (aqui nadie entrena, nadie anda, pero luego todos van como motos) se disponen a acudir a sus alojamientos, a montar dorsales, preparar las máquinas, e irse a cenar pasta a cualquier restaurante.

AMANECIENDO
En nuestro caso, nos alojamos en la pintoresca población de Santillana del Mar, a unos 20km. aproximadamente de Cabezón de la Sal. Una población eminentemente turística, en la que las casas parecían recortes de cartón piedra colocadas sobre un fondo azulado y verdoso que en algunas ocasiones rallaba lo empalagoso, tanto que rizó el rizo el hecho de que según me incorporé de la cama, un gallo efectuaba su cotidiano canto. Con las legañas en los ojos, y los pelos como una cabra, me voy a despejar como tiene que ser con un agua gélida que sale del grifo del baño. De ahí al comedor a desayunar, en donde había una actividad fuera de lo común para la hora que era, y es que ya estaban los compañeros desayunando.

Como si de una lija se tratase, "metí" en mi cuerpo un descafeinado, un zumo de naranja, 2 tostadas y 2 sobaos; después tocó pasar por el trono a resolver asuntos de estado, antes de poner rumbo a Cabezón de la Sal.

XTR, XX, AVID, HOPE, KTM, YETI, SCOTT, MANITOU, TREK, Y EL EJÉRCITO DEPILADO
Aparcamos a la entrada de Cabezón de la Sal, en un polígono industrial, y nos disponemos a comenzar el ritual que todos realizamos cuando vamos a una carrera, como si fuésemos animales dispuestos a luchar por la presa. El primer gesto que hace el ciclo-animal es mirar la máquina del rival. Si es muy buena, impone respeto, mientras que si es de gama inferior, pensamos que por ello se trata de un rival de inferior entidad (craso error). A continuación nos fijamos en el piloto, si tiene las patas afeitadas o no, si es flaco, está fibroso o tira a rellenito "carne de cañón" pensamos cuando vemos a uno de estos últimos (de nuevo repetimos un error). Es entonces cuando llega el momento sublime, cuando nos toca a nosotros sacar nuestra impoluta máquina y miramos de reojo a los de alrededor para ver si nos miran o no. Así andabamos nosotros, mientras ajustábamos en dorsal y nos colocábamos las cosas necesarias en los bolsillos del malliot.

SALIDA A RITMO DEL INFIERNO
¿Qué mejor forma de empezar la carrera que escuchando a los ACDC?, después de una traca de las buenas y de darle al play a Thunderstruck por parte de la organización, enganchamos las calas mientras oímos el piii-piiii-piii de 3000 chips pasando por la alfombra roja.

La salida es peligrosa, se rueda en un megapelotón que sólo las primeras subidas del día lograrán fragmentar en unidades más pequeñas, y desgraciadamente vemos la primera caída. El polvo y el terreno seco hace que una bajada en otras condiciones sería sencilla se vuelva en peligrosa.

Avanzamos kilómetros hasta que mi compañero Enrique se cae en una curva ¡de asfalto!, debido a que la rueda delantera le iba perdiendo aire como consecuencia de llevar la cubierta muy desgastada. El líquido del tubeless nada pudo hacer. Total, cámara y a tirar millas, eso si, con los dedos que parecía que los habia metido en un potao debido al líquido del tubeless ¡puaj!

Se llega así al segundo avituallamiento, en el cual me tomo un gel y mi primer plátano (el primero de los ¡10! que me tomé ese día). Bebo agua, Aquiarius, y Pa´lante como los de Alicante. Como esta prueba se llama el Infierno del Norte, toca obviamente la parte "marine" de la prueba, es decir, la de ponerse la bici al hombro y ¡ale! a cruzar el río que hay previo a la subida a Monte Aa. Esta subida, para que os hagáis una idea, es como si las rampas de los garajes de los chalés adosados que hay en todos los pueblos (sí, esas rampitas de 5 metros pero con un desnivel increíble) las prolongas durante 50-60 metros. Osease, en comparación, una extracción de muelas sin anestesía es una chorradilla.

En estas que comienzo a encontrar el golpe de pedal adecuado, y llegamos al avituallamiento grandote que hay antes de la primera subida al Moral. Aquí me tomo 3 platanos (seguir con la cuenta, ya van 4 de 10), un sandwich, 3 aquiarius, 1 litro de agua y una barrita. Seguido de esta buena cata, tiro para el Moral y lo empiezo a subir con un buen ritmo, adelantando a casi todo el mundo. Para motivarme yo imaginaba que me estaban retransmitiendo por la Rai, en italiano y todo, y así, piano piano, a un ritmo rapidillo, voy adelantando a mucha gente.¡Así así, pim-pam-pim-pam-pim-pam! me dijo un tío que estaba animando en la cuneta (sería familiar del de los lacasitos digo yo) llego al alto del Moral, para lanzarnos en un descenso muy chulo, largo, y en el cual se puede "descansar" un poco.

Se llega al segundo puerto, monte Fuentes o algo así, y de nuevo, como el de los lacasitos, pim-pam-pim-pam-pim-¿pum?, si ¡pum! llegando arriba paso una crisis de la leche. Se me pira la cabeza, náuseas....menos mal que estaba casi en el alto, porque ya empezaba a oír gilipolleces en mi cabeza. Total, parada, 3 aquiarius, 1 gel, 2 platanos (6 de 10) 1 coca-cola, y abajo otra vez, pero esta vez menos distancia, para subir la Palombera, asfalto puro y duro, meto el bloqueo a la horquilla, y como se nota que aqui uno utiliza la de carretera para entrenar, la subida no es muy larga, es suave y cómoda, como el descenso que viene posteriormente de asfalto. Asfalto que desaparece al cabo de unos kilómetros, y donde aparece otro avituallamiento, en el cual cae un powerade de fresa (que sabe a rayos por cierto, donde este el azul que siempre lleva Calleja que se quite todo lo demás), y así como ya empezaba a carburar de nuevo (acordaos, el pim-pam-pim-pam), cojo a los del grupo en el que iba, y vuelvo a charlar con Manuel, un coruñés que fué mi compañero durante la parte final de la prueba. Bajada de órdago, más que nada por la longitud, no por la dificultad, y por el cansancio, y aprovecho para tomarme 2 plátanos (8 de 10) y beber mucha agua. Piano piano, cogemos un tramo de asfalto, en el tomo muchísima agua (la leche lo que sudaba) y otro plátano (9 de 10). Al poco, el último avituallamiento, más agua, 1 coca-cola, y un plátano (10 de 10, me he transformado en King-Kong por cierto). Pienso que debido a esa transformación simiesca, subo de nuevo el Moral por la otra cara a buen ritmo, bajo rapidillo, y en el último tramo de asfalto me pongo a tirar de un grupo que parezco Cancellara. Así llego a meta con un tiempo de 9hrs. 45 minutos.

CONCLUSIONES
Nada más llegar a meta, me tomo 3 cervezas como si me fuese la vida en ello, con la caja de pasta que nos daban a todos en meta. Aprovecho para así para charlar con gente con la que me he ido cruzando en la carrera, y de paso veo a alguno de mi zona de entrenamientos que no veía desde hace años (como Alberto el de Cerceda). Después, me tumbo en el césped y no me quedo dormido de milagro, sí me quede, ya ni me acuerdo.

¿Volvere?, a 362 días, lo digo alto y claro:

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